un asunto personal

mayo 22, 2022 § Deja un comentario

Hoy en día, preferimos hablar de Dios, si hablamos, en clave impersonal. Como si al hacer de Dios un Tú, temiésemos regresar a las procelosas marismas del mito. Y de ahí que hayamos transformado a Dios en un Ello, sea en la versión oceánica o en la un anónimo espíritu de interconexión. Al fin y al cabo, en una variante del arjé de los presocráticos. Es verdad que se suele añadir que el fondo de la existencia es un fondo nutricio: como si hubiera un alguien que se preocupase de alimentarnos. Pero un como si no es un como. Ciertamente, suponer que la divinidad posee un carácter impersonal es lo más razonable. Sin embargo, creer que lo razonable va de la mano de lo verdadero —de lo que en verdad tiene lugar frente a lo simplemente pasa— no deja de ser un prejuicio. Cristianamente, Dios es inevitablemente un alguien. Y lo es, no porque sea algo así como un ente espectral, sino porque es un Dios con cuerpo o, por decirlo de otro modo, un Dios que aún no es nadie sin su cuerpo. Más que actualizar el cristianismo a categorías que podamos digerir, olvidando de paso lo que el cristianismo tiene de indigerible, quizá lo que deberíamos hacer, cuando menos, es intentar comprender mejor lo que dice.

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