la imposibilidad de una teología política
agosto 10, 2022 § 2 comentarios
Como es sabido, según Carl Schmitt, la distinción entre amigo-enemigo atraviesa el campo de lo político (y quien dice político, dice mundo). Necesitamos negar al otro para afirmarnos en lo que somos o creemos ser. Pues el otro es, por defecto, aquel que nos pone en peligro de muerte. Ahora bien, si esto es así y contra lo que sostuviera Carl Schmitt, no puede haber teología política. Ciertamente, la idea que hay detrás de dicha teología es que el soberano es quien detenta el poder de interrumpir la Ley —quien decide sobre el estado de excepción. Como Dios mismo. Sin embargo, la negación del enemigo implica la negación de Dios. O al menos, del Dios que acontece en el Gólgota como víctima de la divinidad sacerdotal. Pues el Dios que se nos revela en la cruz es un Dios extraño, un Dios que renunció, precisamente, a su omnipotencia, el Dios que no quiso ser Dios sin la adhesión del hombre. Nada más ajeno —nada más otro— que el Dios que se hace presente como nadie. Sin embargo, lo cierto es que no hay mayor poder que el del Dios que renuncia a su poder. Pues, de lo contrario, tendrīamos un Dios sometido a una anónima voluntad de dominio (con lo que no sería Dios).
Aquest està molt bé i suggerent: existeix tan sols en la mesura que ‘és’ humà? Només mentre l»existeixin’ els humans? Existir es conjuga heideggerianament?
Previo —¿y como su condición?— al «fracaso» del Gólgota, hubo una imaginación puesta en acción, la del reino (del Dios de Israel) y su justicia, justicia que supera toda posible excepción por no ser «la de este mundo». ¿No es acaso, en cierto modo, una «teología política» por muy negativa y aporética que resulte?