las cosas del decir
septiembre 30, 2022 § Deja un comentario
Decir es juzgar. Y quien juzga se equivoca. Quien dice se dice a sí mismo. Pues necesitamos decirnos que eso que tenemos enfrente es algo en concreto y no su contrario. No podemos andar sobre arenas movedizas. Si nos preguntamos por la esencia es porque, como sujetos, queremos sujetarnos a su palo. Conatus essendi, que decía Spinoza, lo cual es una variante de otra más antigua: ser es permanecer (y aquí la variante consiste en añadir una voluntad de fondo). El aire que hace posible el vuelo también lo impide. La condición de posibilidad constituye a la vez un non plus ultra. El amor al hijo va con el amor al amor al hijo. Cuestión de dosis. El lenguaje, por eso mismo, nunca alcanza lo que busca, salvo como (di)simulación. La pregunta por el qué es, en definitiva, una trampa. No hay nada que no contenga su opuesto, agazapado en lo más íntimo. Todo es química, mezcla… sin que haya algo así como una tabla periódica.
Otro asunto es qué ocurre con el lenguaje cuando volvemos sobre lo dicho, precisamente, como dicho, esto es, cuando reflexionamos sobre lo que supone el decir algo de algo. Y aquí es posible que demos en el clavo… aunque no haya una pared en la que clavarlo. Pues solo de este modo caeremos en la cuenta que lo último no es cosa, ni siquiera etérea. Ni puede serlo. Y es que lo último es no siendo. O también, que aparece desapareciedo. El lenguaje solo puede salir de su círculo en tanto que se ejerce como metalenguaje. Pero lo que encontrará a la salida no es lo sólido, sino un eterno porvenir —la omnipotencia de la nada. Al menos, porque en relación con la nada todo es posible. Incluso lo imposible.
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