para los débiles, pero no para débiles
diciembre 3, 2022 § Deja un comentario
Me atrevería a decir que hoy en día el cristianismo medio, por así decirlo, está en vías de extinción. Su condición de posibilidad es que Dios ya no se da por descontado —que la creencia haya pasado a ser un asunto personal. De este modo, por un lado tendríamos el cristianismo ultra, el cual acentuando el aspecto devocional, se mantiene en una lectura literal del credo. Por otro, el cristianismo progre, cuyo horizonte acaso sea más ético-político que estrictamente teológico. Aquí el esfuerzo teórico busca la traducción de las fórmulas de la fe. Su riesgo es acabar creyendo en otra cosa: de Hijo de Dios a hombre de Dios… entre otros; de la resurrección a sigue vivo en nuestros corazones. En ambos casos, sin embargo, la experiencia de la fe se centra en el sentimiento. Ahora bien, el sentimiento, como sabemos, es variable. Pues de apoyarse solo en el sentimiento fácilmente pasamos del creo porque lo siento al no creo porque ya no lo siento. Evidentemente, no se trata de que la fe se apoye solo en la razón. Al menos, porque el creyente no cree porque haya buenas razones para creer. O la confianza en la que consiste toda fe se hace cuerpo o no iremos más allá de un entender qué dice el cristianismo. Sin embargo, esta incorporación no consiste solo en sentir que hay Dios o algo por el estilo. En realidad, la fe es fe y no solo suposición donde no parece que haya motivos para seguir creyendo, esto es, en aquellas situaciones donde nos hallamos sin Dios mediante. De ahí que la fe no sea para débiles de corazón. En esas situaciones, el corazón del creyente sigue latiendo únicamente porque siguen latiendo el de aquellos a quienes se entrega. Hace falta mucho valor —mucha fortaleza— para dar un paso al frente donde ya no sientes que Dios te dé un golpecito en la espalda. Pues confiar en un Dios que guarda silencio está más cerca del absurdo que de lo razonable o de lo meramente sentimental. No es casual que el cristiano confiese que Dios aún no es nadie sin el cuerpo de aquel abandonado de Dios que se abandonó a Dios. Y actuó en consecuencia.
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