el juego de las diferencias (2)
septiembre 29, 2020 § 1 comentario
El yo de la interpelación no es el mismo que el yo de la interrogación de sí. El punto de partida del primero es la irrupción del que representa a Dios: el excluido, el que no cuenta, el leproso. El del segundo, la falta de coincidencia con uno mismo, su inquietud por la verdad frente al brillo de las apariencias. Aunque ambos sufran la insuficiencia del mundo, no estamos ante la misma deslocalización. El primero debe responder. Al segundo, le basta con permanecer en suspensión. Para el primero, la libertad es fidelidad. Para el segundo, un estar por encima de cuanto pueda sucederle.
la modificación 
El pueblo de Israel, tanto cuando eran tribus como cuando sus cultos resultaban de mezclas de otros pueblos como el cananeo, como tras el proceso de secularización que se produjo con la política y la creación del Estado, siempre ha tenido presente a Dios, quizá con una fuerza única y ya perdida. Por debajo de todos estos movimientos fue surgiendo una escritura narrativa, histórica, centrada en la salvación: estamos muy lejos fe captar la enorme influencia que esto ha tenido en occidente.
Pues bien, de todo esto ahora no queda casi nada porque no somos capaces de Dios (como indicas en tu libro Josep), no le tenemos presente siquiera ante el necesitado que se nos planta delante.
No somos libres porque no somos capaces de la gran fidelidad que nos suplica Dios. Sólo nos va comprar cosas para luego devolverlas y seguir comprando: nuestra religión.
Quizá vayamos siendo la condición de posibilidad de la venida del Señor, desesperado ya de la pérdida irreversible de fe.