sheol
abril 23, 2022 § 1 comentario
¿Qué pueden esperar los muertos en vida? ¿Aquellos para los que todo es No? ¿Para el que está solo en una celda de aislamiento? Todo es oscuridad para el deprimido. Al resto, las cosas les van más o menos bien. No a ti. No cuentas, no eres nadie. Perteneces al sheol. ¿Dios? ¿Puedes creer que siempre te acompaña y que sufre contigo? Esta creencia ¿no se encuentra cerca del placebo? Que Dios sea un Dios de vivos puede entenderse de dos modos. O bien, que no hay Dios para los muertos. O bien, que Dios no quiere que mueras —y de ahí la esperanza en la resurrección. Sin embargo, teniendo en cuenta que el asunto de la resurrección de los muertos es, cuando menos, problemático, la anterior alternativa es como decir o la tierra es redonda, o soy Napoléon. Y evidentemente, no eres Napoleón. Traducción: o la cruz es un fracaso —y el destino del hombre de Dios es topar con la falta de Dios—, o el crucificado es el Hijo de Dios. Y sin resurrección, lo segundo suena a broma.
¿Qué pueden esperar los muertos en vida? Posiblemente, hay dos tipos básicos de esperanza: la religiosa de quien, al llegar a todos los límites y, en medio de un pacto de fidelidad que solo ellos conocen, se le abrieron los cielos; desde ahí la certeza en que su Goel existe y antes o después, aquí o quién sabe dónde, la promesa de vida que en ese momento recibieron se cumplirá; mientras tanto, solo disponen del poder de la certeza, la firmeza de la esperanza, y la autoridad que les da el seguir clamando y reclamando en el uso en verdad autorizado del nombre sobre todo nombre —todo ello, con independencia de que sean muy pocos los que presten oídos—. Hay muchos testigos de este tipo de esperanza, por ejemplo, entre los migrantes que, habiendo atravesado las muertes múltiples que habitan en el desierto, en el monte y en el mar que separan África de Europa, llegan con profundas heridas, pero con vida, con fe y con autoridad, a lo que en principio parecía ser un paraíso prometido, y que, aunque se revele después como otro espejismo más, no anula las certezas adquiridas en el camino hasta allí seguido. Son los que creen porque han visto.
Creo que hay también otro tipo de esperanza, no necesariamente religiosa, propia de quienes en el camino que arrancaron en busca de una vida mejor mediante un mundo más justo, y por ello fueron perseguidos, llegaron también hasta el fondo de sí mismos y del mundo, y allí descubrieron que todo lo sufrido y por sufrir en verdad es nada frente al peligro cierto de llegar a convertirse ellos mismos en perseguidores –en permitir que el perseguidor que todos llevamos dentro, sea el que tome las riendas en adelante—. Muchos de sus testigos se encuentran entre los justos anónimos que, independientemente de las creencias que digan profesar, con sus vidas ocultas sostienen el mundo en esperanza. Esa otra certeza, también inamovible en su firmeza pese a estar también siempre amenazada, quizá sea la que les convierte en los bienaventurados que han llegado a creer sin ver.
Para el resto de muertos en vida, aquellos a los que solo la peor de las nadas se les ha aparecido hasta el momento, siempre cabe esperar en que topen con algunos de esos “colegas”, del tipo que sean, que, habiendo experimentado la muerte, se encontraron con que allí también habita la vida. En ese encuentro de unos y otros, es posible que los primeros lleguen a creer al menos en la posibilidad de esperanza. Certeza de que esto vaya a suceder, no hay ninguna; pero sí esperanza firme de que terminen por encontrarse con la auténtica misericordia, de la que la de los muertos-vivientes no es sino un pálido y mísero reflejo.